Un día de mayo del 2003 decidí: “A partir de hoy no vuelvo a comer ni carne, ni pollo, ni huevo, ni pescado”. Fue una decisión impulsiva, en el sentido que no hice ningún tipo de análisis previo. En ese momento estaba buscando respuestas y me dijeron que el vegetarianismo era una de ellas. No había nada qué analizar, ahí mismo cambié mi alimentación.

 

Ese mismo día comuniqué la decisión a mi familia y amigos. Mi abuelita (q.d.D.g) se molestó conmigo. ¿Cómo ya no iba a comer la olla de carne, el arroz con pollo o los tamales de cerdo que ella preparaba con tanto amor? Algunas personas me decían que tal vez podía comer de vez en cuando, como en fiestas o actividades especiales. Pero la reacción por excelencia fue: “¿por qué?”, con una mezcla de incredulidad y hasta de decepción.

 

Mientras todo eso sucedía, me estaba graduando como nutricionista, y entonces - sin salir de la primera aún - entré en otra crisis existencial: ¿qué iba a hacer con todo lo que había estudiado, si prácticamente la mitad no aplicaba para mis nuevos hábitos alimentarios? ¿Qué seguía ahora? Según la teoría que me habían enseñado en la carrera, debía esperar a morir por desnutrición en el corto plazo.

 

Se me pasó la mano con el drama en esa última parte, lo admito. Pero es real que uno de los momentos más difíciles fue entender que lo que único que había aprendido cómo estudiante de nutrición, que me servía ahora, eran las bases; lo demás lo tenía que descartar.

 

Fueron años de aprender desde mi propia experiencia: comía más harinas porque no lograba sentirme “llena”, buscaba dulce por la misma razón, aumenté de peso, me faltaba energía, hacía ejercicio y no veía los mismos resultados, mis ciclos hormonales se desregularon. Me sentía perdida en un mundo donde todo giraba alrededor de la carne, que era exactamente lo que ya no quería comer.

 

Doce años después, ya había cometido todos los errores nutricionales posibles al dejar los productos de origen animal. Literal aprendí a prueba y error, pero también estudié lo suficiente para darme cuenta de que, en términos nutricionales, era tan fácil y tan complejo como “sacar la carne del plato”.

 

Entonces llegó la revelación: la educación nutricional es LA forma de tener una alimentación vegetariana y vegana saludable. Y desde ese momento lo único que quise fue estar ahí, guiando a quienes deciden dejar los productos de origen animal y quieren hacerlo bien.

 

Con esa convicción empecé una iniciativa que llamé “Vegetarianismo y Nutrición”, para validar los motivos éticos del vegetarianismo y, al mismo tiempo, hacer conciencia de la necesidad de sumar la nutrición a la ecuación: sin maltrato, pero también sin deficiencias.

 

En el 2023 publiqué mi libro, una obra que condensa las vivencias y aprendizajes de mi vida como persona vegetariana. En el 2024 renuncié a mi trabajo como docente e investigadora universitaria para dedicarme por completo a educar a quienes deciden dejar los productos de origen animal y quieren construir su propia alimentación con confianza y criterio nutricional.

 

Mi misión es que aprenda a comer con certeza de que la alimentación saludable no depende de productos de origen animal y que no dude si las elecciones alimentarias que realiza son las adecuadas.

 

Reflexionando sobre mi trayectoria, me doy cuenta de que mi transformación no solo cambió mi vida, sino también la de muchas otras personas. De verdad que me siento agradecida de poder compartir mi conocimiento y experiencia para ayudar a otros a alcanzar una vida más saludable y consciente.

 

Ya sea que esté iniciando la transición hacia una alimentación sin productos animales o que lleve tiempo siguiéndola, en este video le comparto 5 preguntas clave que uso en consulta para evaluar si su alimentación vegetariana o vegana realmente cubre lo que el cuerpo necesita 👇🏻